El lenguaje es la herramienta por la cual nos comunicamos y
estructuramos nuestras experiencias del mundo, siendo imposible remontarnos a
conceptos anteriores al lenguaje porque caeríamos en un vacío. El hecho de
dividir lingüísticamente el mundo en dos partes formadas por el concepto y su
referente externo, significante y significado, conlleva implicaciones sociales
que ciegan la existencia de una cultura y un momento histórico que sostienen
esos postulados. En esta perspectiva, el objetivo con que se
plantea la incorporación del análisis del discurso como herramienta para la
psicología social es “obtener un mejor entendimiento de la vida social y de la
interacción social a través del estudio de textos sociales”. Es decir,
quieren proponer enfoques metodológicos poniendo énfasis en el discurso como
vehículo a través del cual el yo, y el mundo se articulan, y cuál es en el
funcionamiento del discurso que recae sobre las interacciones sociales.
Keneth Gergen propone que se preste atención a las consecuencias que
diferentes formas de discurso tienen en nuestras prácticas cotidianas e
intelectuales. La propuesta de Gergen es muy interesante, ya que nos invita a
pensar sobre las prácticas en las que como psicólogos, sociólogos o
psicólogos sociales estamos implicados, sobre la naturaleza histórica de
nuestro conocimiento, sobre nuestras concepciones sobre la verdad y la
objetividad implicadas en nuestros métodos y técnicas de investigación. Sin
esto, se corre el riesgo de convertir la psicología social en un conocimiento
técnico, pero despojado de su carácter reflexivo y crítico.
En
este post, quiero centrarme en la idea sobre cómo los discursos pueden tener
ciertas consecuencias sociales, pero basándome tan solo en dos conceptos: poder
y persuasión. La definición de poder, según Foucault, se entiende como
la multiplicidad de relaciones de fuerza inmainentes a un determinado dominio
en el que se ejerce, un juego entablado por las relaciones de fuerza que
luchan, se transforman y se cristalizan en las instituciones. No existen en sí
una posesión del poder, sino un ejercicio de éste, donde a su vez
se supone siempre una resistencia proveniente de una posición tanto exterior
como inferior al poder mismo. Es decir, se inicia un juego a través del
lenguaje, entre el que se deja dominar y el que domina, pero si nos salimos del
juego, no queda ningún ejercicio del poder propiamente dicho. A pesar de
una creencia contraria, la persuasión también es un juego de poder. La
diferencia entre la percepción de ambos conceptos, estriba en otro concepto,
“la voluntad”. Para la mayoría, la persuasión es una forma de explicar o
argumentar algo de forma que la otra persona termine llevando a cabo sus actos
de forma voluntaria, pero caemos automáticamente en la trampa del lenguaje.
Realmente, es preocupante, ya que en nuestra sociedad moralista y rebosante de
ética, no está bien visto que se “obligue” a nadie a hacer nada que no quiera.
Y yo me pregunto, ¿No sigue siendo igual? Los señores feudales actuales, han
inventado nuevas técnicas para que hagamos voluntariamente lo que ellos
quieran. ¿Cómo? La persuasión se signa por medio de varios senderos con el
objetivo de encapotar a la población a través de, la publicidad, la
propaganda política y las diversas fuentes de socialización, es decir,
manipulando la forma en que los individuos interpretan su entorno. En ese
proceso socializante, las personas van empapándose de esos valores, ideologías
e imágenes sobre el entorno y sobre uno mismo, participando camufladas en el ejercicio
del poder que suponen las persuasiones mediáticas. Además, los medios de
comunicación publican la información que les parece pertinente que tengamos que
saber, los mensajes subliminales que no se mencionan están por todas
partes, discursos esperanzadores de España va bien o de que la crisis remite,
afectan a nuestras percepciones sobre nuestro entorno. Estos hechos, con un
poco de distracción, forman el cóctel perfecto, llamado poder, o bueno no,
perdón, persuasión. ¿Por qué se toma la cúpula de cristal tantas molestias en
“convencer” al pueblo? La explicación podría ser, entre otras, que el poder se
aplica directamente, sabes que están ejerciendo un control sobre ti y eso puede
provocar rebeldía, pero la persuasión, se camufla, provocando confusión, siendo
la pincelada perfecta para terminar de darle sentido a este cuadro social tan
paradójico. Así podría ser una explicación, la sumisión social. No obstante,
las personas empleamos la persuasión en muchas ocasiones, y a veces forma parte
del juego de a ver quién ejerce poder sobre quién, por ello, las personas
también somos el ejemplo de lo que nos gobierna, llegando a la misma
encrucijada. La pregunta, por tanto, es: ¿Podemos realmente cambiar la sociedad
si la población que tanto atiza a los regentes transmite los mismos
valores? ¿Estamos intoxicados por ellos y nos intoxicamos entre nosotros,
formando un círculo del cual es imposible salir?